Blanca Jamar se cuestiona si no damos más importancia a la organización que a la animación y a alimentar esa mística marianista que tiene que inspirar nuestro estilo de vivir el evangelio y ser misioneros de María haciendo lo que El nos dice aquí y ahora, en este momento de la historia. El P. Chaminade confió a los religiosos y religiosas la misión de ser el hombre que no muere, misión que hoy día puede ser compartida también por determinados laicos marianistas. La autora invita a ampliar el concepto de misión compartida. Se trataría de compartir la misión con toda clase de personas donde estemos presentes los marianistas sin necesidad de ser los promotores, sino unos colaboradores que con su modo de estar y relacionarse van poniendo en la misión compartida su impronta marianista que han aprendido de María.