La vida comunitaria a partir de una fidelidad creativa

La comunidad religiosa es un don de lo Alto. Hay que acoger ese don, celebrarlo, cultivarlo, disfrutarlo y compartirlo con corazón agradecido. La comunidad es un espacio teologal. Es mucho más que un conjunto de dinámicas grupales. La comunidad está compuesta por seres humanos, no por ángeles. Necesitamos mediaciones, herramientas, dinámicas, tiempos y lugares. Prescindir graciosamente de todo ello desemboca en un suicidio colectivo. El autor estudiará cinco aspectos que debemos enfrentar, si queremos refundar nuestra vida fraterna: la dirección, los tiempos y los espacios comunitarios, las fronteras que delimitan el ambiente de la comunidad, los mecanismos para limpiar relaciones, la comunidad como unidad apostólica.

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