El autor nos cuenta su experiencia de vida en la Familia Marianista y dialoga con Enrique Llano. Cree que tenemos que aceptar la realidad descubriéndola tal cual es, para no confundirnos. Añade que hay que amarla de veras dándole gracias a Dios Padre, a Jesús y a María, y pidiéndoles que seamos fieles a la presencia del Espíritu Santo que está en medio de nosotros. Pues si no somos capaces de descubrir la acción de Dios en medio de la Gracia y el Pecado, estamos perdidos, y no seremos capaces de convertirnos. No se trata de buscar, ni de soñar con otra Familia Marianista, pues nos llevaría a una evasión y a no ser capaces de descubrir la acción de Dios Padre a través del pecado y la gracia, de las sombras y las luces.